domingo, 2 de abril de 2017

Pacto Educativo

Existe voluntad política de alcanzar un pacto de Estado en educación que debe ser ejemplo de diálogo y concordia. Méndez de Vigo es la persona responsable de armonizar las posiciones más distantes para gestar un modelo educativo coherente y con voluntad de futuro.  

A ningún analista se le escapa la idea de que es preciso que sus acordes básicos se acoplen a las distintas escalas tónicas que han hecho oír sus demandas. En su conjunto son las que deben dar forma al porvenir de una sociedad que necesita acabar con tanta disonancia quizá por la poca pericia de alguno de sus intérpretes.



Es preciso dar cuenta de la importancia que tiene el debate político y la participación social a través de grupos e instituciones que representan la pluralidad de personas e intereses. Entre ellas destaca la comparecencia ante la Comisión del Congreso de los Diputados del actual rector de la UNED, el Dr. D. Alejandro Tiana Ferrer, catedrático de Historia de la Educación,  parte de cuyo contenido trasladamos a esta página:

"Hace poco más de un año me invitaron a hacer un ejercicio muy similar para la Fundación Encuentro. Yo era muy amigo del padre Martín Patino y colaboré en varios de los informes anuales que hacían y cuando falleció le organizaron un volumen conjunto y me invitaron a hacer la parte de educación. Lo hice y era un poco lo mismo, los retos de la educación, qué medidas se podían tomar, en qué situación estábamos, etcétera. Y como recibí la invitación para venir la semana pasada y me era imposible escribir una cosa nueva, lo volví a leer y vi que tiene mucho sentido, y no es por ahorrar esfuerzos, pero supongo que es más útil algo que estuvo mucho más pensado. Esta mañana lo he mandado a la secretaría por lo que lo tendrán ustedes a su disposición. He mandado otro documento más, que es un informe que tuve ocasión de hacer con un catedrático de la Universidad de Barcelona, Jorge Calero, sobre igualdad y desigualdad en España, para la Fundación Alternativas, en el que hicimos la parte de educación. Es complementario y se lo entrego por si tiene algún interés.


Me voy a centrar en estas cuestiones. En primer lugar, quiero dar unas pinceladas, no me voy a extender mucho, para hablar sobre cuál creo que es la situación de la educación española, con objeto de identificar dónde están los problemas fundamentales y cuáles son los retos más importantes que tenemos. Como verán, en el texto que les he mandado digo claramente que no me encuentro entre quienes consideran que España carece de un buen sistema educativo, aunque esa idea tenga muchos partidarios. Hay una frase de Julio Carabaña que se la he tomada prestada varias veces, que dice: Las escuelas españolas están a la altura de las escuelas de los países más desarrollados y cultos del mundo, quizás en términos de resultados educativos, muy probablemente en términos de procesos, muy seguramente en términos de resultados académicos. Los calificativos son muy precisos, muy de Julio Carabaña. Él identifica que el problema principal que tenemos es de resultados académicos, titulaciones, etcétera, y no tanto en otras cosas.


¿De dónde saco este análisis de que nuestro sistema educativo en realidad está en una situación similar a la de otros países de nuestro entorno, aunque es verdad que con algunos problemas en algunos puntos concretos? No me voy a extender mucho pero como soy historiador de la educación, no es difícil que uno se remonte a mucho más atrás. La verdad es que si uno mira lo que ha pasado en la educación española, en épocas recientes habría que distinguir dos grandes etapas. Una es la que se abre con la ley de 1970 y que llega más o menos hasta el cambio de siglo, y es un momento de enorme expansión en la que se hace realidad la escolarización obligatoria, primero hasta los catorce años a mediados de los ochenta y luego hasta los dieciséis a mediados de los noventa. Por tanto, estamos hablando de procesos todavía relativamente recientes en los que los que quedaban excluidos de la escuela se integran en la escuela y crece nuestro sistema educativo. Crece el sistema escolar público y se asienta la doble red público-privada, sobre todo cristalizada con la Constitución de 1978 y las leyes posteriores. Son años de un gran desarrollo del sistema educativo. Manuel de Puelles dice que, en realidad, fue una revolución pacífica y silenciosa, y yo creo que es verdad, y hasta el año 2000 se producen unos avances muy importantes. En lo que llevamos de siglo, en esta década y media, la sensación es de un cierto estancamiento o de un crecimiento más lento en algunas cosas y no tanto en otras. Digo esto porque es verdad que hemos seguido incrementando muy considerablemente –y eso es una buena noticia– la esperanza de vida escolar; nuestros jóvenes ahora tienen una esperanza de vida escolar similar a la de los países europeos de nuestro entorno, cosa que no pasaba en el año 2000, que todavía estaba un poco por detrás. Es verdad que otros indicadores, como los resultados de PISA –aunque debamos contextualizarlos y manejarlos con cuidado–, no muestran un retroceso pero tampoco un avance claro. Eso significa que tenemos una serie de áreas en las que debemos plantearnos qué podemos mejorar.

(...)

Señores miembros de la subcomisión, yo les diría que es importante hacer un diagnóstico certero de la situación del sistema educativo. Creo que no hay que dejarse llevar por eslóganes y hay que analizarlo bien. Yo no defiendo que vivimos en el mejor de los mundos educativos posibles, pero tampoco lo contrario. Nuestro sistema ha tenido fortalezas importantes; por ejemplo, hemos podido integrar a un conjunto importante de personas de familias inmigrantes sin grandes problemas en nuestro sistema educativo, y eso es algo que nos debe hacer sentir bien. Es verdad que, a cambio, la población inmigrante son las personas que tienen más problemas de fracaso escolar, etcétera, que otros. Esto quiere decir que, aunque hay cosas que hemos hecho bien, hay otras que no hemos hecho suficientemente bien.

Me centro un poco más en los retos que tenemos por delante, que me parece que es más relevante para lo que la subcomisión plantea. Quiero señalar cuatro retos sustantivos que tienen que ver con de qué se trata el mundo educativo y tres que me parecen instrumentales, que tienen que ver con lo que necesitamos para poder seguir adelante. Entre los cuatro retos, el primero y más importante, y me parece que después de todo lo que he estudiado sobre esto nadie dudará que es el reto principal que tenemos, es el de reducir el fracaso escolar. El fracaso escolar es un fenómeno con muchas vertientes, con muchas dimensiones que no podemos simplificar gratuitamente. Es algo más que el abandono escolar prematuro o temprano que la Unión Europea tiene entre sus indicadores, e incluye un conjunto de fenómenos que van desde el malestar en los estudios, la falta de interés por ellos, el progresivo abandono o desconexión, la repetición de curso, y, finalmente, la no titulación o la titulación con sobreedad. Este es uno de los problemas fundamentales que tiene nuestro sistema educativo y que tiene razones muy diversas. Además [Página 29] deberíamos pensar bien a qué se debe porque los resultados de PISA están –bien lo sabemos– algo por debajo de la media, pero no es un dato escandaloso; el porcentaje de estudiantes que tienen malos resultados en PISA están más o menos en la media de la OCDE y en la media de los países de la Unión Europea y, sin embargo, nuestros indicadores académicos están bastante por debajo. Esto quiere decir que hay un desajuste entre lo que nosotros hacemos y el modo en que lo medimos académicamente. Me parece que aquí hay un asunto que, si queremos dar un impulso a nuestra educación, debiéramos revisar.

(...)

El tercer reto sería el de mejorar el rendimiento educativo. Yo creo que podemos estar satisfechos de cómo hemos ido ampliando la escolarización obligatoria, de cómo la hemos ido universalizando por abajo [Página 30] y por arriba. Tenemos unas tasas de matriculación y de atención en educación infantil y en educación superior muy buenas en comparación con los países europeos. Creo que hemos conseguido en buena medida un efecto que era necesario, aunque nuestro sistema es mejorable desde el punto de vista del rendimiento. Esta no es una cuestión menor, pero no es sencillo hacerlo. Estamos en un nivel de rendimiento entre sistemas educativos donde ya no hay balas mágicas, donde en realidad hay que ver qué es lo que podemos hacer. Me atrevo a aventurar algunas cosas. Lo he dicho públicamente: creo que nadie está en contra de que los estudiantes tengan que esforzarse, porque eso nos pasa a todos en nuestra vida, pero, por ejemplo, el modelo de énfasis en las reválidas individuales no es un buen instrumento para llegar a esa conclusión. No digo que no haya que evaluar el sistema, que no haya que tomar decisiones basadas en conocimientos, pero creo que hay que saber acertar con ellas. A veces, lo que lo puede mejorar es cómo organizamos el sistema, cómo enfocamos las materias, cómo trabajan nuestros docentes o cómo atendemos la diversidad, que creo que es un tema crucial. Estas son las cuestiones que al final nos permitirán avanzar, seguramente despacio pero de manera clara, en el rendimiento educativo.


Un cuarto reto –el cuarto de los sustantivos que mencionaba con anterioridad– es aumentar la equidad. (...)

Uno de ellos es el gasto en la educación concertada. El gasto en educación concertada es regresivo, porque a ella acuden familias de nivel más alto, en promedio, que las que asisten a la pública, y por tanto, estadísticamente hablando, ese apoyo a la concertada tiene un carácter regresivo. ¿Eso quiere decir que la escuela concertada es rechazable desde el punto de vista de la equidad? Personalmente, no estoy entre quienes lo creen, siempre he sido mucho más pragmático en eso. Creo que el modelo de la escuela concertada es un buen modelo. Históricamente, en la España de 1978, en la España de la Constitución, había una situación muy compleja como para haber hecho otras cosas, pero el modelo tiene algunas deficiencias; por ejemplo, por mucho que queramos, hoy en día no asegura la igualdad en el acceso, no asegura la gratuidad real. Es posible que no paguemos a la concertada todo lo que suponen los costes reales de enseñanza, pero a cambio les dejamos cobrar por otras vías y eso introduce elementos de inequidad. Alguna de esas cosas debería afrontarse. Yo sería partidario de mantener una enseñanza concertada, pero con unas condiciones de equidad en el acceso de los estudiantes y asegurando la gratuidad efectiva, porque eso haría que tuviera un carácter más neutro desde ese punto de vista. Otros ámbitos en los que el gasto público tiene una distribución algo regresiva –y es lógico que así sea– son la educación superior y las becas y ayudas al estudio; es normal porque son los sectores sociales más altos los que acuden en mayor medida. Es verdad que nuestro acceso a la educación superior es bastante más equitativo que en otros países, pero, aun así, hay un factor de inequidad en las becas, al haber disminuido o no darse gran importancia a las becas–salario o a otras becas de ese tipo que compensan el coste de oportunidad del estudio y no solo el coste del estudio propiamente dicho. Eso también ha hecho que caiga algo el nivel de progresividad.


Estos son los cuatro retos fundamentales sustantivos que yo quería señalar. Junto a ellos, quiero referirme a otros tres instrumentales. El primero es la mejora del funcionamiento de las instituciones educativas. (...)

El segundo de estos tres retos es lo que he llamado dar forma a la profesión docente. No es un problema exclusivamente de formación inicial –seguramente hay que revisarla– y no sería muy difícil de solucionar; creo que tiene que ver más con el conjunto de la profesión docente, esto es, con cómo uno se forma, cómo accede, cómo hay algún proceso de mentoría o seguimiento mientras aprende y mientras ejerce al principio que le permite mejorar profesionalmente y cómo existe un modelo de carrera docente que incentiva a los profesores a seguir haciendo cosas y les estimula para seguir adelante. Este es un elemento que los estudios internacionales han puesto muy de relieve, pero concebido como atención al conjunto de la profesión docente y no solo a la formación inicial.

El último de los retos instrumentales que señalaba es, precisamente, lo que está intentando hacer esta subcomisión, que es lograr el consenso en materia de educación. (...)

Hay dos cuestiones que no me resisto a señalar. Manuel de Puelles, siguiendo tesis de Giovanni Sartori, define como el consenso básico en materia de educación el artículo 27 de la Constitución. Todos los que lo hemos estudiado sabemos cómo se construyó este artículo, yuxtaponiendo principios procedentes de distintos sectores del arco político. Eso es lo que ha causado muchas veces que las –lecturas– o las leyes que leen el artículo 27 generen ciertas tensiones. Por ejemplo, la tensión entre libertad de enseñanza y derecho a la educación es una de las claves. Ha habido legislaciones más favorables en un sentido o en otro y, por ejemplo, con la LODE y las revisiones posteriores se han generado distintas tensiones. ¿Cuál es el lugar de la libertad de elección? Para mí, la libertad de elección no es un principio absoluto, desde luego, sino que hay que verlo en conexión con otros. ¿Cuál es el lugar del derecho a la educación y hasta dónde implica? A mí me parecen cuestiones muy importantes. Personalmente, he tenido debates y hay personas que dicen que sería necesaria una reforma constitucional; yo, hoy por hoy, no la veo viable, no creo que estemos en condiciones de poder hacerla. Es muy probable que una Comisión como esta pueda llegar a algún tipo de debate acerca del artículo 27, pero no tanto sobre su modificación como sobre su interpretación. Sería bueno que se [Página 32] pudiese llegar a algún tipo de acuerdo sobre alguna de estas tensiones clave, dónde situarlas y qué margen de disenso o de elaboración de leyes por gobiernos diferentes puede quedar. Sé que no es fácil, pero no sería malo que en algunas cosas pudiéramos acercarnos. Quizás si cogiésemos la LOE–Lomce y viésemos los aspectos de la LOE que se han modificado en la Lomce, nos daríamos cuenta de dónde están realmente los puntos de discrepancia. Hay muchas cosas que están aceptadas por todos, pero hay unos puntos de discrepancia. No sé si esto tendría algún sentido, porque muchas de las cosas que he dicho van en esa dirección.

Esto es lo que yo quería plantear. En el documento que les he dado viene un conjunto de propuestas de actuación en cada uno de los siete retos. Me parece que muchas de ellas son para un debate más técnico posterior, pero me he atrevido a poner algunas en todos los sentidos e incluso una colección de indicadores que podrían servir para hacerlo. Creo que en una tarea de búsqueda de acuerdos o de consenso, que me parece que es muy loable, deberíamos centrarnos en ver si somos capaces de pactar un modelo educativo en términos más amplios, lo que implicaría también buscar acuerdos sociales sobre qué debe cumplir la educación, qué debe ser y hacia dónde va. Eso permitiría no estar solo en el ámbito de la querella política, cosa que, por otra parte, es inevitable.
Dimensión territorial

Termino señalando un aspecto muy importante, que no he tocado aquí pero que no se puede olvidar, que es el aspecto territorial. Los Presupuestos Generales del Estado tienen un gasto en educación de algo menos del 5 % del gasto público total y las transferencias a las comunidades autónomas no son finalistas, no se dice: esto va para educación. Por tanto, esto requiere un pacto. Si hay que hacer una mejora, si hay que hacer inversiones y uno no está obligado a hacerlas desde una comunidad autónoma, pero son fundamentales, habrá que llegar a algún tipo de acuerdo en ese sentido, porque si no es muy difícil que se pueda llevar a cabo.

Me dejo muchas cosas en el tintero, pero creo que lo fundamental está dicho. "




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